lunes, 17 de febrero de 2020

Arte y amor en el agua



Arte y amor en el agua

Mañana de principios de verano: camino por la senda que me acerca al río. Como cada jueves, visito el viejo convento de las madres Siervas de María. Amaino el paso, ya que en el cercano jardín, desde lejos puedo apreciar que, entre los rosales, vigilante y serena, se encuentra sor María de los Remedios; al acercarme levanta su mano izquierda, ya que con la otra mano maneja la tijera de podar para cortar las rosas, hoy algo mojadas por las gotas del empalagoso txirimiri, típico de esta tierra; y caminando, llego a la altura de la angarilla de entrada y, con una carcajada de alegría, sor María de los Remedios me invita a entrar.
—¡Córtate unas rosas, que aquí hay muchas y la hermana Inocencia ya se llevó otro buen ramo! Ya sabes, las blancas que a ti te gustan, pues son las que más le gustan a ella y ella llegó antes —replica con algo de ironía la monja haciendo alarde de su buen humor.
Entramos a la capilla, pues no le gusta nada que me escaquee para no entrar y rezar un poquito; normalmente, lo hacemos a manera de canto.
Ella se queda y yo, con mi manojo de rosas entremezclados los colores, me dispongo a dar el paseo algo más largo. Aprovechando que no hace calor me dirijo al acantilado, desde el cual, el alcance de la vista al mar es mayor y de espectacular belleza.
A lo lejos, puedo ver con claridad cómo se acerca un barco de grandes dimensiones, el cual, a mi modo de ver, parece tener algún problema, y no es raro, ya que la mar está algo turbulenta.
Cercana al puerto me tienta la curiosidad y a la altura del rompeolas continúo por una gran escalinata de piedra que llega al malecón; desde allí, todo se aprecia mejor.
Pues, efectivamente, traen problemas y por momentos comienzan a moverse los pasajeros y la tripulación. Ellos no parecen asustados, solo algo inquietos. Cerca de las rocas más próximas al navío, me pongo las gafas y el sombrero; ya la mañana va avanzando y el sol también. Me siento en el muro frente al gran barco, sin dejar de la mano mi ramo de rosas tricolores. Me cambio de postura para evitar el sol en los ojos y observo que alguien desde la proa me está mirando: es un hombre, por lo que puedo apreciar, árabe. Va vestido con su kandora o túnica en color blanco roto; también el turbante del mismo tono, pero reliado con algo trenzado en color morado. Su cara es como la cera color porcelana, al igual que sus manos finas y alargadas, que muestran un gran anillo de perlas y diamantes. No sé por qué, pero me quedo embobada mirándole sin poder retirar la mirada; jamás vi a alguien igual.
El hombre se inclina y mira al agua y después me observa y sonríe, mientras yo me imagino con una cara de boba ¡que pa qué! Cuando quise darme cuenta, los pétalos de mis rosas flotaban sobre el agua, a la vez que una nube extraviada por encima de las gaviotas que sobrevolaban y surcaban la marea al trastaleo de las olas. En tanto, el hombre me señala con el dedo indicándome que mire al agua, que mire abajo. Me puse en pie, sostuve el sombrero y me quité las gafas de sol… Miré abajo y con gran sorpresa nos vi reflejados entre pétalos de rosas, nubes, gaviotas y las burbujas del agua en movimiento, que al bamboleo creaban figuras semejantes a las de un cuadro al óleo de Renoir: mientras…
El vaivén de las olas nos une y nos separa;
nos rompe, nos dibuja, nos rompe —nos une—,
nos separan. Como danza al vaivén de más
movimiento, me toma, me deja.
Él me acaricia en el agua, me acerca,
me aleja jugando en el agua.
Me toca, me besa, ¡qué gusto las olas
Rompiéndose  en agua! De nuevo nos unen,
nos separan, como delfín y sirena jugando en el agua.
Deseos de amores nos incita el agua. Placer
desbordante se siente en el alma. Navega el navío,
el arte se escarcha. Lo veo alejarse, ya la mar en
calma, temblando en la orilla se quedó mi alma.
Mi cuerpo desnudo, la mirada  rota, llorando  en
silencio  me  quedé  en la  playa.

3 comentarios:

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Una fantástica experiencia te ha quedado de este matinal y cotidiano paseo.

Abrazos.

Hortensia Alcalá García dijo...

Así es Rafael, días caprichosos que nos alegran, y otros días que nos dan para lo justo. Buen día con los mejores deseos. Beso

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

Hortensia Alcalá. Escritora: Sociedad de autores de Euskadi

Sociedad de autores de Euskadi

https://twitter.com/AEEEIE/status/1169639428932984836?s=04&fbclid=IwAR0TzfM9iCv2lrhRb_FKFQfb6-76nA3-j4FT6PuFKuGdm8WT8CFS0KKODzA