Thriller: Obras, del libro: Galería de los secretos - (Un universo vacío por un gozoso calvario)
En silencio, tomaba mi cintura suavemente y continuaba besándome, susurrándome «tus labios… ¡cómo me gustaban y cómo me gustan…!». La situación no me dejó reaccionar y me dejé querer. La música, sus manos protectoras… Yo también le cogía sus manos, se las besaba pensando que el pecado sería menor que si le besaba en la boca. Su móvil sonó de nuevo, sin mirarlo, sin parar de besarme, lo colgó. Yo continué dejándome querer. Mientras sus manos me tocaban por todas partes, al llegar a mis senos nos estremecemos como la fuerza del relámpago. Ardimos de pasión. Llenándonos de besos, de pálpito sin control. Palabras casi mudas, solo murmullos de placer. Sin mentirnos, sin te quieros. Con pasión continuada. Sus manos visitaron mi escondite al cual nadie entró en años. Él... lo sabe bien. Yo le ayudé a cumplir con su visita, pasional. Sin pecado, sin resistencia. Si la gloria existe, estábamos dentro. Con la luz de cada relámpago colocaba su mano en mi boca, no sin susurrarme «me encantas, no sabes cuánto». Su móvil sonaba; él lo cerraba. Continuó susurrando... «¡Cómo me gustas, me siento enloquecer…!», y yo callada y enloqueciendo. Cada vez que quise hablar, él me besaba con pasión y destreza y me susurraba «no digas nada, déjate querer». La tormenta fastidiosa no paraba. El móvil... su móvil, continúo rinrineando. Yo me sentí en las nubes, aunque esa noche fantasmal no sirviera para recordar. Pero yo allí estaba cumpliendo mi sueño azul. En el silencio roto por algunos gemidos incontrolados por ambas parte. Continuamos en la oscuridad, emborrachándonos de nuestras propias sales, de donde quiera que fuesen rezumadas. Yo buscaba sus ojos, su boca, perdidos en aquel carnaval de pasión —un triste carnaval fueron nuestros años de unión, sin amarnos..., sin amor— sin pasión; solo dos desconocidos vagabundeamos por la casa, como dos refugiados, buscando la salida al exilio más traidor. Sin amarnos. Sin razón. Sin querernos, sin pasión. Sin locura, sin amor. La tormenta cesó; al llegar la luz soltamos nuestras manos, nos miramos... ¡Treinta años más tarde, se cumplió el sueño azul y nos dijimos adiós!
Un poema anexo a la obra.
(El sueño eterno)
Hoy quiero romper en pedazos la melancolía
que en medio de la noche me produce tu amor.
Desafió al tiempo que nos unió para desunirnos.
Un amor sublime que alto me elevó.
En esta última noche turbulenta, desapacible y fría,
salgo en busca del sendero que perdí al unirme a ti.
Será cuando la luz tenue nos muestre los caminos del adiós.
- Campanas de duelo al amanecer retumban en mi sien,
- como martillazos los sentía yo.
- Torpeza la mía cuando te creí,
- cuando me decías palabras de amor.
El camino es largo en la soledad.
- Corrientes de angustias sobre la razón.
- Caballos que salen de la oscuridad,
-atrapando lazos, destruyendo amor.
Es la noche eterna en la que vivo hoy,
- sin poder decirte la palabra adiós.
- Quisiera que un sueño sea este penal,
-que la luz del día le vuelva la razón,
-la melancolía sea un despertar,
- por los sueños vivos con sueños de amor.
Que nos encontremos en la eternidad,
- sin habernos dicho la palabra adiós.
Hortensia Alcalá García
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