Reflexión
Que pocas alegrías nos van quedando.
Sales a la calle a comprar, lo que
compramos casi a diario. Te encuentras con la misma gente que hace tres años…,
y, ya no son las mismas, te cuesta reconocerlas. Las personas de la edad,
ya no sabes, ver cómo eran, y como son. La mascarilla y la tristeza hacen su
trabajo, tal cual -como nuestros ojos lo perciben. Tristeza y dolor por
los que se fueron con la epidemia, miras fotos de aquella excursión en la que
todos juntos lo pasamos increíblemente bien. Recuerdas en Madrid buscando un
teatro para sentarte esas dos horas escasas que dura la función, y que también
lo aprovechas para descargar, el cansancio de patear las calles, parques
monumentos y algún museo de arte, todo aquello que a la vuelta recordaremos en
clases de baile, o en el café de media mañana.
Vuelves otro día del recado
cotidiano, y ves en el muro las esquelas del primer año, y…, del - II –
año, que pasan como estrellas fugaces los años. Ves aquellas
personas que ya jamás volverán, con su sonrisa graciosa y resplandeciente: con
sus ganas de vivir..., de disfrutar los momentos que tocan tras la
jubilación.
Recuerdas el siguiente viaje:
Paris, Louvre, Lafallette, Notre Dame, y un sinfín de monumentos y
calles. Y por la noche cena “botellón” junto al Sena: bailar con acordeonistas
y músicos callejeros a orillas del río, viendo pasar los barcos bajo los
puentes del Sena; que dice la canción romántica, Shall We Dance. También las
cenas en plan picnic, todo lo llevamos del país: Jamón serrano, chorizo, queso
idiazábal, Txakoli, y vino de la tierra. Todo en abundancia para 38
personas, gozando de la libertad, que la edad nos otorga porque ya solo
tenemos años, y son para vivirlos, cosa que hicimos, armando bulla
y diversión alargando las noches con salidas - como al Moulin Rouge.
Comenzar la mañana siguiente subiendo a Montmartre, la plaza de los
pintores, regatearles tu foto trazada a lápiz, color, o pastel en
Griselda. Todo un encanto ¡¡Montmartre!! En él que te gustaría vivir un
tiempo para empaparte de arte, de letras, de charlas interesantes, con aquellas
personas artistas, bohemias tan especiales, como la vida al natural.
Porque la vida es “rosa” si deseamos que lo sea, aunque cuando nos
empapamos de que es así, ya somos viejos… como los trapos que no sirven ni para
limpiar. “¡¡Fue que nacimos pronto y maduramos tan tarde!!
Ahora somos los empachosos que decíamos
de jóvenes cuando los mayores nos contaban lo que vivieron desde niños, y la
historia se repite, ya que siempre de los siempres; cada X años hay una
gran guerra que recordar, y relatar a los que van llegando. La vida - el mundo
semejantes a una noria, que sube y baja, sin parar y cuando para le cuesta
volver a coger fuerza y subir, voltear, y sentir el vértigo de una y otra
vuelta, escuchando el grito asustadizo, del pasajero primerizo que se le hace
largo el recorrido, y no lo puede parar aunque se sienta agonizante.
Guerras desde el comienzo de los
tiempos. Barbaries, luchar por el poder, fabricar para destruir, romper para
arreglar, trabajar para comer, beber para olvidar. Matar para reponer, en tanto
el mundo continúa su vuelta completa para volver a empezar.
Hortensia Alcalá García
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