miércoles, 10 de enero de 2024

Prólogo - Libro: GALERIA DE LOS SECRETOS....

 



PRÓLOGO

Me crie en un pequeño pueblo de Jaén. Mi madre, aceitunera altiva, siempre tuvo una cosa clara: su hijo, el que escribe estas líneas, tenía que disfrutar de la formación que ella, por la vida, por la maldita vida, no había podido tener. Por ese motivo, aparte de estar siempre pendiente de mis estudios, puso especial empeño en que leyese. «En vez de armas pal pueblo habría que repartir libros», defendía. Mi madre, hoy, no se acuerda, no siempre, de todo aquello; ni siquiera se acuerda de lo que le gustaba leer. Yo sí que me acuerdo de cómo cada tarde, al final de cada jornada laboral, echaba su ratico de lectura antes de cenar. Le iba la vida en ello. Era su dosis diaria de letras, a la que jamás renunció…, hasta que la memoria lo hizo por ella.

Por todo esto, es un honor para mí escribir este modesto y pequeño prólogo para Hortensia Alcalá, que a sus más de siete décadas, y pese a no haber ido a la escuela, decidió lanzarse a la aventura de escribir sus recuerdos, sus reflexiones y sus ideas, «porque —como bien explicará ella misma dentro de unas páginas— la memoria cansada y agotada no da más de sí». Me ha recordado tanto a mi madre… Y por tantas cosas…

Su historia es una historia de vida, una de tantas historias de personas que, como mi madre, como Hortensia, vivieron los tiempos oscuros de la posguerra y la dictadura del carnicero; una de tantas historias de los nadie, de aquellos de los que hablaba Galeano, aquellos «hijos de nadie, dueños de nada», aquellos que, armados solamente con su hambre y su afán

De justicia y libertad, lucharon por mejorar sus condiciones de vida. Pese a todo, pese a todos.

Los nadie, que, cansados de represión y hambrientos de pan y justicia, vivieron con miedo el cambio de régimen, pensando que aquella guerra ya lejana podía volver a repetirse. Siempre vivieron con ese miedo, alimentado por las fuerzas represoras, conocedoras de que así podrían mantener a las masas calmadas.

Los nadie que ahora, cuarenta años después del fin de la barbarie, ven con estupefacción como los que gobiernan, en vez de preocuparse por gobernar, que para eso cobran y roban, se dedican a generar odios y a engendrar violencia. Y ellos, nuestros padres, nuestros abuelos, se han visto obligados a volver a tomar las calles, como hicieron cuatro décadas atrás, aunque ahora armados con medicamentos y botellitas de agua —«por si se nos hace la hora de tomar las pastillas y no estamos en casa»—. Porque Hortensia, la protagonista y autora de esta sensacional historia, es una de esas luchadoras que cada lunes, desde hace ya más de un año, se manifiestan en el País Vasco para luchar por unas pensiones dignas, una de esas personas que con su ejemplo provocan que mucho tengamos que agachar la cabeza por vergüenza, tras tomar conciencia de nuestra cobardía acomodaticia.

De todo esto, y de mucho más, nos hablará con pluma lúcida Hortensia, porque, aunque la memoria flaquee, el vigor y la fortaleza de sus ideas siguen más fuertes que nunca.

Así, en esta obra que están a punto de comenzar —en cuanto este cansino

prologuista deje su perorata—, leerán quejidos a gritos contra la injusticia social, contra el machismo, contra el abuso, contra las violaciones impunes y contra la violencia de género; leerán sanísimos y lúcidos ejercicios de autocrítica, en los que nuestra autora entonará un mea culpa por lo que, desde su perspectiva, se ha hecho mal; leerán sabías reflexiones sobre este alocado mundo 2.0 en el que vivimos, sobre la voz adormecida del pueblo, sobre hijos que se hacen viejos en casa, sobre los malditos gobernantes, elecciones engañosas y campos abandonados a su suerte. Sobre la memoria, las desmemoria y el maldito alzhéimer… Maldito sea.

Leerán la historia de Olvido y sus pinturas, o la de Diego y su huerto, o la de Dora y sus amores tardíos; leerán maravillosas exhortaciones a las mujeres y hombres para que, pese a la vejez imparable, se quieran y quieran, y bailen, y vivan, y sientan; leerán una crónica acertada y contundente sobre la barbarie del terrorismo de ETA, que vivió en primera persona durante muchos años, y contra las torturas policiales, la otra cara de la moneda, imprescindible para conocer en profundidad el conflicto.

Y todo esto adornado con algunos de los espectaculares óleos que la propia Hortensia ha pintado y que ha tenido a bien ofrecernos… y sus poesías, que también es poetisa esta brillante autora. Lo tiene todo.

No les entretengo más. Les dejo con su pluma ágil y con su mente libre; les dejo con su fortaleza, con su rebeldía inagotable y con su afán de libertad; les dejo con su sinceridad, con su dignidad y con su experiencia. Les dejo con ella, con Hortensia, con sus letras y sus colores. Tengo la firme convicción de que no se arrepentirán de haberse lanzado a este viaje literario que he tenido el honor de prologar.

Perpetrado por Óscar Fábrega

Eternamente agradecido






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Hortensia Alcalá. Escritora: Sociedad de autores de Euskadi

Sociedad de autores de Euskadi

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