sábado, 21 de septiembre de 2024

El Alzheimer

 


El Alzheimer


Lágrimas de amor por un beso en sus manos

(Este es un relato de amor y entrega en la última etapa de la vida totalmente real).


Sábado salí a comprar lo que se compra los sábados: queso, verduras, huevos de caserío - que al menos los ponen las gallinas que están en el prado, comen y pican y cantan y están contentas cuando depositan el huevo en el nidal, informan al gallo con un arrullo de que ya está lista, que cumplió con su labor, y el gallo lo canta en voz alta para que todo el gallinero sepa que él es el rey del prado, el más machote, mientras la gallina cabizbaja se aleja cacareando y tras un revoloteo se pone a comer hormigas de la tierra.

— ¿Qué tal, cómo estáis? – Pregunté.

¡Se quedó pensativa y me respondió!

— ¡Igual que los últimos cuatro años!

Tras una pausa para recuperarme, le di la mano, mientras nos miramos moviendo la cabeza, casi sin saber que decir

— ¿Solos? —le pregunté.

—Sí, él no me recuerda, no me reconoce…, pero le gusta estar junto a mí, le gusta mi calor; cuando le doy de comer me sonríe...me mira con sus ojitos azules. —Respondió relatándome lo mismo que en otras ocasiones mientras sigue apretando mi mano, me dice—: ¡Qué le vamos a hacer! - ¡¡¡en tanto por mis mejillas resbalan unas inevitables gotas de los ojos ahogados!!!

Qué impotencia, casi me sentí avergonzada!! Ellos ni sé si están casados ya que se les hizo tarde para conocerse, pero fueron valientes y felices. Durante poco tiempo, eso sí. Lo que no pensarían fue lo que el destino traicionero les tenía reservado. ¡Malditos destinos,- maldito Alzheimer! -Pero seguimos la conversación y me contó como pasaron los días entrañables, los días de amor y de paz, esos días familiares, los mágicos días de besos solidarios. Juntos en la cama para no sentirse solos por navidad.

Ella no soltaba mi mano mientras me contaba lo que tenía que contarle a alguien - así en los últimos años. Y me dijo que unos días antes va acarreando y preparando comidas que guarda para esos días, pues con más de 80 años ella no puede hacer grandes cosas. ¡Pero sí las hace! Ya que además de hacerle la comida, lo atiende, lo cuida y lo mima… Y para poder estar con él muy juntitos, se mete en la cama, así él no se siente solo, que no le gusta estar solo porque quiere que ella le hable y le cuente cosas, que le hagan reír… y luego de que se ríen aunque él solo en su mundo sepa que fue lo que le hizo gracia, la atrapa con gestos y pestañeos… para que no pare de hablarle de contarle cosas. Le cuenta historias de cuando se conocieron, de cómo le decía ella: «Para quieto que tienes las manos muy largas…, mira que ya somos mayores». Eso le dice ella mientras le besa la mano que tiene de su lado de la cama y él parece entenderla, aunque a nadie más le entienda nada. ¡¡El arroyo de mis ojos continua emanando!!

Ella me decía que cuando le hace reír se emocionan los dos y tiene que cambiarle el pañal diciéndole: «Mira que tengo que cambiarte que te hiciste pis, que huele como el de los niños». Ahora en su pensamiento ella recuerda cuando cambió pañales con otros olores. «Aquellos olían a bebé, este huele a lo que huele!!». Pero hay que cambiarlo y limpiarlo, para que él se sienta bien, para que ya limpio duerma un sueño que ella aprovechará para hacerle la cena, una cena que él tomará con su ayuda y una pajita. Y ella, que es años mayor que él, la tomará en puré, ya que también ha de cuidarse.

En algunos momentos, él se pone serio y unas lágrimas le resbalan por sus mejillas, mientras extiende la mano para que le de muchos besos… muchos besos, muchos muchos besos y mimos. Así, mientras se le pasa el llanto, le ofrece un zumo o un caldito, y con ayuda de una pajita lo tomará despacio… «¡¡Venga, despacio, mi amor!!». ¡Eso le dice ella y se tranquiliza! se tranquiliza porque ella aun siendo de día, continua con él en la cama, no dormirá… ha de cuidarle así de cerca esos días que ella pidió permiso en la residencia de mayores para tenerlo cerca y no descuidarlo, para recuperar el tiempo que no pueden estar juntos y ella sacrifica con mucho gusto sus paseos, sus salidas a la peluquería o lo que le haga falta, pues ya no hay tiempo que perder y lo que quieren es parar el tiempo, que no terminen los días ni las noches. Que nunca es hora de quedarse sola, que quiere tenerlo para cuidarlo y ella tener fuerzas para vivir.


Día internacional del Alzheimer


Autora: Hortensia Alcala

@alcalah


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Hortensia Alcalá. Escritora: Sociedad de autores de Euskadi

Sociedad de autores de Euskadi

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