miércoles, 17 de noviembre de 2010

El lago rojo


Hace muchos años, en un precioso lugar de Francia, existió un castillo en el cual vivía con sus padres la princesa Nua. La princesa llego al mundo en el sitio equivocado y ya para los 15 años, tuvo claro que ella no quería ser princesa.

A la edad de 16 años, sus padres un poco ancianos ya, decidieron donarle todos sus vienes, por si en algún momento a ellos les pasase algo. Un día se reunieron en uno de los salones del castillo con la idea de decirle que tenía que casarse, cosa que la princesa Nua no acepto. El hombre con quien le pensaron casar, solo era rico, pero todo lo demás le faltaba. Era feo, tenia el doble de edad que ella, y solo pensaba en comer, beber y salir de caza. Ella no aceptaba ninguna de esas cosas. A la mañana siguiente Nua escapó del castillo y seis siglos después, aun no ha regresado.

El joven Pierre, hijo único de Marie, una mujer buena y trabajadora que al quedarse viuda tuvo que sacar ella sola adelante a su hijo. Pierre siempre fue muy responsable y agradecido con su madre. Estudio química pero no se dio por satisfecho y quiso conformar a su madre estudiando otra carrera que seria, ciencias de la naturaleza. Paso poco tiempo para cuando empezó a trabajar como químico en unos laboratorios de su ciudad.



Era primavera y en esta época al joven le gustaba pasear por las inmediaciones del lago situado junto al castillo, cuando salía del trabajo.

Tras unos días lluviosos, salio el sol. Las flores se abrieron con todo su esplendor y reverdeció el paisaje. El lago parecía transparente, ya que en el cielo no se veía ni una nube.

- ¡Hola Pierre!- escucho mientras contemplaba el agua

- Hola- contesto extrañado ante la pregunta del desconocido.

- ¿Te gusta pasear junto al lago verdad?-

- ¡Si así es! ¿Pero como sabe mi nombre?- preguntó

- Ja ,ja!. Claro tú no me conoces, pero yo a ti si le dijo Charles; pues así se llamaba el simpático caballero.

- ¡Si vienes mañana te enseñare una cosa que te interesará! exclamó el anciano.

Pierre que era una persona ante todo curiosa, aceptó y siguió su camino.

Al día siguiente Pierre no estaba a gusto en el trabajo, no podía centrarse, no dejaba de pensar en que seria lo que Charles quería enseñarle. Cuando llegó a casa estaba nervioso y dijo a su madre que volvería tarde a casa. Marie, su madre preocupada, le preguntó si sucedía algo. Pierre le contó la historia del hombre que conoció, argumentando así la tardanza a su preocupación.



Pierre se dispuso a acudir a su cita, y para las dos de la tarde caminaba por la orilla del lago. Al afinar la vista, Pierre descubre a una pequeña embarcación tripulada por Charles. La embarcación, roja como el fuego dotada tan solo de un par de viejos remos de madera a los lados.

- Buenas tardes Pierre- exclamó tan alegremente como acostumbraba Charles,

-¡Muy buenas! ¿De donde has sacado esta barca tan antigua?, ¡es muy bonita!- exclamó Pierre.

-Es una larga historia Pierre. ¡Sube y te lo cuento! – dijo Charles

Pierre fue a levantar del suelo los viejos remos de madera y al incorporarse Charles había desaparecido. Así que Pierre amarró la barca a la orilla y se marchó sin saber qué hacer.

Los días siguientes fueron muy confusos para el joven…Marie tampoco estaba tranquila viendo como su hijo hacía cosas un tanto raras. Pasaba largas horas mirando por la ventana con la mirada perdida y suspiraba continuamente.

-Quiero tener tiempo libre para pensar en lo que me esta pasando- dijo Pierre.

Un día Pierre dejó el trabajo y se fue al lago a navegar con la barca de su amigo Charles. Así de esta forma Pierre llego a ocupar todo su tiempo navegando por el gran lago, gozando de lo que mas le gusta que es la naturaleza.

- Él lago es tan inmenso que puedo llegar en mi barca a tres países distintos con sus gentes y sus pueblos.- dijo Pierre.

Y navegando, navegando llegó al castillo de la princesa Nua

Una mañana de verano, acomodado en la barca se puso a leer un libro, cuando de repente creyó escuchar un ruido procedente del fondo del lago. Continuó con la lectura, y pensó que no hay nada que se pueda oír procedente de las profundidades .Pero, de pronto vuelve a oír como si golpeasen un lateral de la barca. Entonces recordó que llevaba la caña de pescar, hizo unos intentos y no picaba ni un pez.

-¡Bueno pues vaya día!.

Sujetó la caña a un lado de la proa sin volver a pensar en ella y siguió con la lectura. Al recoger la caña notó que no podía subirla, como si el anzuelo se hubiera clavado… Angustiado y sudoroso por no conseguir la caña se da cuenta de que se ha alejado mucho de la orilla y la zona por donde se encuentra no la conoce. De repente la caña se movió y se movió la barca.

-¿Qué es lo que estoy viendo no estaré soñando?- se preguntó asombrado de lo que se presentó ante sus ojos.

-Jamás pensé que un pez tan grande pudiera picar!

Pero los ojos se le nublaron inesperadamente y en el momento que creyó estar cogiendo el pez, ¡el lago se puso rojo como el fuego!. Pero no tuvo miedo y siguió con su afán por coger el pez, para comer.

Cuando está a punto de tocarlo con sus manos, se escucha una dulce música; y como en los cuentos, inmediatamente, fue saliendo una bella mujer vestida de princesa de tiempos muy remotos. Entonces Pierre, se quedó asombrado y no pudo articular palabra. A la vez, mira a un lado de la barca y escucha la voz de su amigo Charles, que le decía.

-Pierre, Este era el final de la historia que traté de contarte, le dijo placidamente Charles ataviado con una camisa blanca, de la época, en la que el vivió, antes de morir en el lago, por acompañar a su buena, pero desdichada princesa. Pero nunca pudo descansar en paz, ya que siempre se sintió como el ángel protector de Nua, y toda su familia.

- Yo era el jardinero del castillo de la princesa Nua y buen sabedor de lo que sentía aquella por la naturaleza y la vida. La noche que se marcho, la seguí y nos adentramos en el lago montados en esta barca donde ahora te encuentras. Traté inútilmente de convencerla para que volviera al castillo; pero no hubo manera, explicaba el anciano.

Charles le contó que llegaría el día en que cuando el color del agua se volviera de color rojo como la barca y fuera un joven plebeyo y con buen corazón el que la guiara, todo volvería a ser real, como en los cuentos. Desde ese momento seria el espíritu del bueno de Charles el que descansaría para siempre en el fondo del lago Rojo.

Fin

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Hortensia Alcalá. Escritora: Sociedad de autores de Euskadi

Sociedad de autores de Euskadi

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