El amor a los 60
AMORES TARDÍOS
I
¿Qué tiene de malo el amor después de los sesenta? La soledad no es la mejor compañía.
Vivir plenamente enamorados o enamorarse en la última etapa de la vida puede ser muy saludable. No se pierde nada y se gana en salud, sin gastar un euro en medicinas para el dolor «aburrido» o el sueño que no llega.
Mujer, no te arregles y te pintes los labios solo para salir de compras rutinarias. Hazlo también para ti.
No esperes todos los días a que te visiten tus familiares; ellos lo harán cuando tengan ganas o tiempo libre para ti.
Si vives acompañada y mantienes el amor de tu vida, ponte guapa para ti y para él. No te descuides, ni descuides el amor ni la compañía.
Si vives sola porque tu compañía se fue lejos para no volver, porque se le acabó la vida o en su caminar se topó con otros ojos y otros labios, a los que se le fue su mirada… porque nuestros propios ojos nos traicionan a veces, ¡eso es así!
Entonces, ponte guapa para ti. Ya lloraste lo suficiente. Píntate el pelo, encuentra tu estilo, ponte carmín en los labios, laca en las uñas, y sal a pasear. Toma la luz del sol, busca con la mirada las cosas bellas que tendrás a tu paso. Sonríe a la vida, que aún eres eso, vida.
El día menos pensado, alguien en alguna parte te dirá tienes unos ojos preciosos y unos labios… ¡Madre mía, tus labios!
Entonces tú te quedarás callada, pero le sonreirás agradecida porque tu autoestima hace mella en ti.
Te sentirás tan bien que en unos días solo pensarás en esas frases que recorrerán todo tu cuerpo activando algo que dormía dentro de ti, sin tú darte cuenta que lo tenías, y es que estaba descuidado.... dormido, lo cual me temo que aquel dolor «aburrido» en unos días no necesitas tratarlo ni el de buscar el sueño ya que este llegara cada noche... dulce, muy dulce.
En unos pocos días —la memoria nos juega malas pasadas— no conseguirás recordar su rostro, pensarás: « ¡Va! Eso se lo dirá a todas. Además, guapo no me pareció, pero me gustaron sus ojos, su sonrisa y su voz». Entonces saldrás de nuevo a la calle. Sabes bien por donde lo podrás ver otra vez: en el gran parque verde, al lado de unas plantas de jazmín a punto de reventar para mostrar sus pétalos perfumados inconfundibles. Allí estará con el paraguas en una mano y con la otra intentando encenderse un cigarrillo, ese cigarrillo que aprendió a fumar en su adolescencia y que no es capaz de retirarlo de su vida. Él se dará cuenta enseguida y se acercará a ti, que te quedaste como una pasmarota cohibida, haciendo que buscas algo en el bolso,- mientras la lluvia fina del día desapacible cae sobre tu pelo. Te sientes incómoda al pensar que estarás feísima con el pelo aplastado o que el tinte se te escurre por la frente -¡qué bochorno! Pero él se acerca y te cubre la cabeza con su paraguas replicando: « ¡Qué guapa estas con el agua escurriendo por tus ojos! Me encanta ese peinado, al igual que tu color del carmín, ¿es nuevo?».
En este instante, te gustaría salir corriendo, pero no puedes; tienes que conseguir poder verle bien, las expresiones al hablar, el brillo de sus ojos, que te miran tranquilos sosegados. Esto te tranquiliza y te sientes en el cielo. Así, cada día desearás que llegue el siguiente, y esperar juntos a que cese la lluvia, o que salga el sol, o ver si se abre la flor... y no solo la del jazmín que esa se abrirá ¡fijo!
Puesto26 octubre