miércoles, 15 de mayo de 2013

El encuentro prometido

Promesa fatal:

IV

Pasadas unas semanas solo el silencio se hizo visible en la vida de Dora, ella no podía entender, que Eliseo no apareciera por ningún lado paseando a su nieto en el cochecito.
Dora, habla entre si; se dice no entender que quiazas el hombre de los ojos azules y pequeñitos, se molestara por que entendió que ella seria una despistada por perder el libro...” pero es cierto que fue un olvido sin fundamento, ¡¡tendría que fijarse un poco mas en lo que tiene entre manos!!.


Al día siguiente, Dora se pinto las uñas y cambio de peinado, ¡¡este algo mas juvenil!! se vistió con colores mas vivos y vanguardistas de acorde a la época estival. Se puso un poquito mas del perfume que a ella le gusta, si!! por que sabe bien que a Eliseo también le gusto; por que se lo notaba Dora cuando en el parque se acerco a el!! Así que se decidió a salir a la calle de nuevo a despejarse un poco que esta algo aturdida e inquieta.
 
Un chaparrón inesperado le hace refugiarse en una cafetería, donde pide un café y el periódico.
No para de llover;. Dora es curiosa por eso se sentó en la mesa mas cercana a una ventana, para ver cuando cesaba la lluvia. Por unos instantes se ausento del mundo en su mente, apoyo el codo en la mesa y la mano en su frente...y suspiro. Después tomo el ultimo sorbo de café y retiro de su lado el periódico, cruzo las piernas golpeando la silla del otro lado, al separar la silla de la mesa, vio un libro como el que ella perdió en el parque. Se puso nerviosa y sin pensarlo lo abrió y fue a la ultima pagina... Dora Antunez Muñoz. Menuda sorpresa!! Ella llamo al camarero de la cafetería y pregunto como llego el libro hasta allí, el le dijo que no tenia ni idea. Y continuo pasando hojas del libro, hasta que encontró una nota escrita en el reverso de una tarjeta de direcciones de una asesoría jurídica. La nota decía: (fue una promesa, ¡¡Dora lo siento!!). Esa noche seria para Dora una noche complicada, pues Eliseo tenia 73 años, entonces no podía ser de su trabajo la tarjeta.

Era domingo sobre el mediodía, se celebran comuniones. Dorita la nieta de Dora y toda la familia salen de la iglesia tras recibir por primera vez el sacramento de la eucaristía. Entre el tumulto Dora busca el modo de salir. -Ya mas retirada, terciada sobre su brazo izquierdo sostiene la chaqueta que ella misma días antes tricotó para ese día. Era beige con una cinta azul al par de la cintura.

Por un momento Dora siente la necesidad de ir al parque del palacio del Duque de Sotomayor, que fue tan amable hace un tiempo de abrirlo al publico para el disfrute de la ciudadanía y visitantes a la Villa. Al cruzar la verja de entrada al entorno del palacio. Dora sintió como una sacudida de angustia, pero continuo la marcha adelante hasta el asiento de hierro donde ella normalmente se sentaba cuando el banco estaba libre, a la sombra de un gran Roble.

Pues en esta ocasión alguien ocupaba el asiento, pero ella se sentó también ya que parecía estar algo mareada. Dora paso los dedos por su cabeza colocándose el pelo, después se froto las manos y se coloco encima de las piernas la chaqueta de Dorita.

El hombre de mediana edad la miro, se incorporo y le pregunto si se encontraba bien. ¡¡Si muy bien gracias!!.

-El insistía en ayudarla; le presento sus respetos y le dijo llamarse Bruno. Ella le dijo su nombre. En este caso fue Bruno el que tubo que sentarse rápidamente.

-Bruno le dijo que desde hacia unos días, se acercaba a ese sitio para buscarla, que debía darle un recado. -Que el recado se le perdió...y no sabe donde lo dejo. Que si su padre levantara la cabeza, le pondría fino” por ser así de despistado. Pues no le gustaban los descuidos a su padre... pero Bruno continuaba despistado y no se fijo que Dora lloraba al escucharle... que ya supo el por que de la ausencia de Eliseo. Bruno continuaba relatando.... Dora llorando.

Bruno, le contó que su padre le dejo el recado y de donde podía encontrar a la mujer que le limpio la cabeza con una toallita de bebes. Que tenia una sonrisa la mas maravillosa que vio jamas. Que le hacia temblar si la miraba. Que el no podía mirarla, por que le gustaba a rabiar. Que el le prometió a su esposa desaparecida tras larga enfermedad, que el jamas se fijaría en otra mujer. Y no fue su culpa ni el la busco, pero apareció la mujer. Luchó contra su propia voluntad, delicado de salud y eligió cumplir la promesa para la eternidad.
Ella: Dora.

El: Bruno.

Hortensia Alcala Garcia

15/5/2013

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Hortensia Alcalá. Escritora: Sociedad de autores de Euskadi

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