Oferta especial día de las madres...
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Un saludo cordial y que la lectura sea del agrado de todos, en
tanto nos olvidamos un poco de lo que no hay manera de quitarnos de encima.
Feliz día de las Madres.
Hortensia Alcalá García
PRÓLOGO
Me
crie en un pequeño pueblo de Jaén. Mi madre, aceitunera altiva, siempre tuvo
una cosa clara: su hijo, el que escribe estas líneas, tenía que disfrutar de la
formación que ella, por la vida, por la maldita vida, no había podido tener.
Por ese motivo, aparte de estar siempre pendiente de mis estudios, puso
especial empeño en que leyese. «En vez de armas pal pueblo habría que
repartir libros», defendía. Mi madre, hoy, no se acuerda, no siempre, de todo
aquello; ni siquiera se acuerda de lo que le gustaba leer. Yo sí que me acuerdo
de como cada tarde, al final de cada jornada laboral, echaba su ratico de
lectura antes de cenar. Le iba la vida en ello. Era su dosis diaria de letras,
a la que jamás renunció…, hasta que la memoria lo hizo por ella.
Por todo esto, es un honor para mí escribir este
modesto y pequeño prólogo para Hortensia Alcalá, que a sus más de siete
décadas, y pese a no haber ido a la escuela, decidió lanzarse a la aventura de
escribir sus recuerdos, sus reflexiones y sus ideas, «porque —como bien
explicará ella misma dentro de unas páginas— la memoria cansada y agotada no da
más de sí». Me ha recordado tanto a mi madre… Y por tantas cosas…
Su historia
es una historia de vida, una de tantas historias de personas que, como mi
madre, como Hortensia, vivieron los tiempos oscuros de la posguerra y la
dictadura del carnicero; una de tantas historias de los nadie, de aquellos de
los que hablaba Galeano, aquellos «hijos de nadie, dueños de nada», aquellos
que, armados solamente con su hambre y su afán
De justicia y libertad, lucharon por mejorar sus
condiciones de vida. Pese a todo, pese a todos.
Los nadie, que, cansados de
represión y hambrientos de pan y justicia, vivieron con miedo el cambio de
régimen, pensando que aquella guerra ya lejana podía volver a repetirse.
Siempre vivieron con ese miedo, alimentado por las fuerzas represoras,
conocedoras de que así podrían mantener a las masas calmadas.
Los nadie que ahora, cuarenta años después del fin de
la barbarie, ven con estupefacción como los que gobiernan, en vez de
preocuparse por gobernar, que para eso cobran y roban, se dedican a generar
odios y a engendrar violencia. Y ellos, nuestros padres, nuestros abuelos, se
han visto obligados a volver a tomar las calles, como hicieron cuatro décadas
atrás, aunque ahora armados con medicamentos y botellitas de agua —«por si se
nos hace la hora de tomar las pastillas y no estamos en casa»—. Porque
Hortensia, la protagonista y autora de esta sensacional historia, es una de
esas luchadoras que cada lunes, desde hace ya más de un año, se manifiestan en
el País Vasco para luchar por unas pensiones dignas, una de esas personas que
con su ejemplo provocan que mucho tengamos que agachar la cabeza por vergüenza,
tras tomar conciencia de nuestra cobardía acomodaticia.
De todo esto, y de mucho más, nos
hablará con pluma lúcida Hortensia, porque, aunque la memoria flaquee, el vigor
y la fortaleza de sus ideas siguen más fuertes que nunca.
Así, en
esta obra que están a punto de comenzar —en cuanto este cansino
prologuista deje su perorata—,
leerán quejidos a gritos contra la injusticia social, contra el machismo,
contra el abuso, contra las violaciones impunes y contra la violencia de
género; leerán sanísimos y lúcidos ejercicios de autocrítica, en los que
nuestra autora entonará un mea culpa por lo que, desde su perspectiva,
se ha hecho mal; leerán sabías reflexiones sobre este alocado mundo 2.0 en el
que vivimos, sobre la voz adormecida del pueblo, sobre hijos que se hacen
viejos en casa, sobre los malditos gobernantes, elecciones engañosas y campos
abandonados a su suerte. Sobre la memoria, las desmemoria y el maldito
alzhéimer… Maldito sea.
Leerán la historia de Olvido y
sus pinturas, o la de Diego y su huerto, o la de Dora y sus amores tardíos;
leerán maravillosas exhortaciones a las mujeres y hombres para que, pese a la
vejez imparable, se quieran y quieran, y bailen, y vivan, y sientan; leerán una
crónica acertada y contundente sobre la barbarie del terrorismo de ETA, que
vivió en primera persona durante muchos años, y contra las torturas policiales,
la otra cara de la moneda, imprescindible para conocer en profundidad el
conflicto.
Y todo esto adornado con algunos
de los espectaculares óleos que la propia Hortensia ha pintado y que ha tenido
a bien ofrecernos… y sus poesías, que también es poetisa esta brillante autora.
Lo tiene todo.
No les entretengo más. Les dejo
con su pluma ágil y con su mente libre; les dejo con su fortaleza, con su
rebeldía inagotable y con su afán de libertad; les dejo con su sinceridad, con
su dignidad y con su experiencia. Les dejo con ella, con Hortensia, con sus
letras y sus colores. Tengo la firme convicción de que no se arrepentirán de
haberse lanzado a este viaje literario que he tenido el honor de prologar.
Perpetrado por Óscar Fábrega
Eternamente
agradecido
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